A veces escribo. A veces nomas me da por moler

A veces escribo. A veces, nomas me da por moler.

martes, 29 de julio de 2008

Juan Rulfo y los cientificos

Juan Rulfo y los científicos.


Un hombre con bata blanca dicta una conferencia. A una señal se apagan las luces y aparece una diapositiva con la foto de:

--Juan Rulfo-- dice el científico señalando la imagen con una pluma láser--, como todos sabemos, este gran hombre fue uno de los pilares de la literatura mexicana.

Van apareciendo una serie de fotografías con distintas tomas del sepulcro de Rulfo, las cenizas de Rulfo, licuado de Rulfo y científicos manipulando jeringas, vasos de precipitado, matraces y microscopios.

--Su obra aunque no numerosa, es ejemplo para muchas generaciones de escritores de todos los países de habla hispana. A la fecha ningún escritor ha podido superarlo en su prosa, tan plena de sencillez y magia. (Aplausos). Es por eso que decidimos echar mano de la ingeniería genética para remediar la crisis cultural que nos afecta-- Aparece una diapositiva más.

Un niño de doce años que es medido por unos científicos.

--Durante años perdimos muy buenos productos, extraídos genéticamente de los restos del maestro, los clones resultantes no demostraron tener la capacidad literaria del maestro Rulfo. Hoy en día están bien colocados, bajo seudónimo, escribiendo telenovelas para una conocida televisora al sur de la ciudad. (Risas).
Gracias a la historia que es la que siempre tiene la razón, decidimos recrear su vida. (Un "ooooooh" sorprendido)

El científico apunta al cielo con un dedo mientras sonríe.

--Repetimos; ¡Repetimos el asesinato del padre del maestro! Frente a él, una y otra vez; esto fue necesario hacerlo hasta que el resultado fue el óptimo! Señoras y señores, estuvimos dispuestos a pagar cualquier precio por revivir el mundo de las letras mexicanas. Ahora, nuestro trabajo rinde frutos . ¡Con ustedes, Juan Rulfo!

La gente grita, el teatro se sacude.
Al estrado se acerca ése niño de doce años que tiembla ante la manada de simios que lo ovacionan.

En su corazón muerto mil veces, nace la duda, y el silencio.

Cristina Alvarado
Otoño 1999

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