A veces escribo. A veces nomas me da por moler

A veces escribo. A veces, nomas me da por moler.

sábado, 4 de agosto de 2012

De vez en cuando a alguien se le bota la canica.

El otro día tuve una discusión con mi suegra.
Ella es republicana, por lo tanto, tiene arraigada una visión de buenos y malos que no va con mi visión... que no sé si tenga una definición o nombre. 


En fin, la discusión fue por el asunto del derecho constitucional que tienen los ciudadanos estadounidenses de portar armas de fuego.
Misma ley que permite a cualquier hijo de vecino, con mínima identificación que le acredite como ciudadano responsable, con o sin tino de apache, a que se arme hasta los dientes si le alcanza el dinero. 
Lo que acabé diciéndole a mi suegra, es que su derecho constitucional de protegerse de los Ingleses que pudieran reclamar su colonia de regreso o del ocasional indio piel roja, está dándole en la torre a México. 


Hasta allí llegamos con la discusión, porque no le tengo mucha paciencia al argumento ese de moros y cristianos, buenos y malos, negros y blancos, pobres y pobres ricos... Le dije: "Bueno, de todos modos casi cualquier cosa puede ser un arma, pero hay que admitir que se usan pistolas porque es más fácil lograr el objetivo del asesino que es, finalmente matar."


Días después, Heath me platicó que lo habían despertado unas sirenas de ambulancia o patrulla, pero que estas no me habían hecho ni murmurar. Por mi que me traigan la marcha de Zacatecas,  hace falta más que eso o una sirena para despertarme.

Total que hoy por la mañana, llega Heath con el periódico y la siguiente nota: 


"Hombre se declara inocente de asesinato con un machete".


La nota más abajo señala que los hechos ocurrieron en Orinda (!!!) lugar donde paso mis veranos con Heath y Lois.


Allí entre los árboles viven los orindianos.
 Orinda es una ciudad pequeña al este de la bahía de San Francisco, California. Famosa por su pollo frito, sus dos o tres atletas olímpicos y el alto ingreso anual per cápita de sus habitantes. Es un suburbio de clase alta, pues.


En el periódico local, no aparece sino una pequeña nota roja que se llama Police Blotter, que es algo así como una bitácora que se publica en la misma estación de policía y que se reproduce a veces en medios públicos.


En la edición de agosto, la nota dice: 
Assault with a Deadly Weapon: 1 incident was reported on Moraga Way. 
(Agresión con arma mortal; un incidente fue reportado en la calle de Moraga.)

Y hasta allí llegó la cosa. El periódico local le da más importancia a los espacios publicitarios que a los incidentes de la bitácora policial.


Si les pica el morbo, aquí está la nota completa del San Francisco Chronicle:


http://www.sfgate.com/default/article/Orinda-man-pleads-not-guilty-in-machete-slaying-3760537.php

Esta es una vista más interesante de Orinda. Donde esperamos que nunca ocurra un "incidente" en su cinito art decó.




La primera vez que vine a visitar a mi suegra a Orinda, Heath me dijo que nunca pasaba nada aquí. Uno que otro borrachazo sin consecuencias, adolescentes ruidosos cada que hay vacaciones y así. Pero: "Cada quince, veinte años pasa que a algún loco se le bota la canica y ocurre algún crimen pasional o algo sin sentido." 

Pues se le botó la canica a un loco que ya antes se había salido con la suya. En el mismo lugar donde veintitantos años antes había matado a su hermano, el descanicado James Collins, de 62 años, asesinó a punta de machetazos a Evangeline Cumbe, de 56 años. 


Machetazos...


La perfecta excusa de la NRA, que insiste que no son las pistolas, los rifles de asalto, las carabinas mata elefantes las que matan gente en los cines y escuelas.


Mientras tanto, dudo que alguien le pida una identificación a cualquiera que vaya a la tlapalería a comprar un machete. 


Machetazos hay por montones en cualquier serranía mexicana... o al menos así era antes. Pero que en un barrio de clase alta se cambie la pistola por el viejo machete, me dice algo muy simple: Este país va camino a las cavernas. No importa cuánto dinero cueste un machete o una A.K. 47. Cualquiera puede ser un inglés imperialista encabronado o un nativo americano; para este caso, no cuentan ni nahuas, ni mapuches, ni huastecos (Para muchos aquí, los indígenas más allá del sur del Río Bravo, no son nativos americanos).



Todos son el enemigo. Todos menos el sistema enfermo que contagia de locura asesina a quien se preste a jugar a las canicas con la muerte.