A veces escribo. A veces nomas me da por moler

A veces escribo. A veces, nomas me da por moler.

lunes, 28 de julio de 2008

La Fabula sobre la Especie Humana

La fábula sobre la especie humana.

Había una vez un planeta a unos treinta planetas del nuestro llamado Turg, lo cual quiere decir "Tierra" en turgiano. En el planeta de Turg, todos eran exactamente iguales, no solo en apariencia sino en espíritu.
El encuentro con la gran diversidad contenida en el "Planeta Tierra" vecino les pareció sorprendente y acaso inexplicable; sobre todo cuando decidieron separar y clasificar a los humanos.

Primero lo hicieron en sexos; lo cual provocó una larga cadena de protestas por parte de las dos poblaciones escindidas, más tarde tuvieron que hacer nuevas separaciones al descubrir que algunos humanos no parecían disconformes y algunos presentaban tantas características del grupo contrario que fue necesario separarlos de nuevo.
Los turgianos descubrieron el tamaño de las narices de los humanos, las formas variadas de sus rostros, y por medio de sus computadoras decidieron clasificar a los humanos por tamaños y forma de rostro, de esa manera podrían hacer una selección diferenciada más ordenada, pero bajo tal observación los turgianos descubrieron las gamas de color que iban del café más profundo al rosa más pálido en las pieles de los terrícolas.
La separación por valores tonales fue el paso siguiente en la clasificación de los humanos.
Pero de nuevo surgieron disconformidades ya que algunos de estos humanos se negaban a estar junto a gente de su mismo color, mientras que otros se negaban a aceptar que sus colores eran los mismos que los colores de otras razas. "¿Razas?" Se preguntaron los Turgianos. "Sí, Razas"; respondió orgulloso el líder de una iglesia terrestre.
Los turgianos como el mismo ser que juntos eran, separaron al humano de entre los otros de su mismo color. "Explícanos esa cosa que dices" y el hombre así lo hizo, de tal suerte que pronto los humanos estaban divididos no solo por colores sino por razas, y bajo la supervisión del Líder de la Iglesia, pronto fueron separados por creencia.

Lejos de comprender la diversidad, los turgianos cada vez comprendían menos los procesos de los humanos, hasta que otro humano más, uno sensible, que cubría su rostro horrorizado ante los curiosos visitantes gritó con voz entrecortada: "Es el alma, ¡el Alma la que nos hace diferentes unos de otros!".
Los turgianos, que siempre fueron un solo científico, jamás comprendieron la docilidad de los humanos al ser separados en este paso, todos al unísono coincidieron en que habían hecho su descubrimiento en un tiempo en que los terrícolas, incapaces de comprender sus propias diferencias ya estaban separándose de su planeta, creando uno para ellos mismos.
Los turgianos creyeron que esa Tierra individual era el Alma. Así que en un intento más separaron a los hombres uno cada uno, en distintas cajas incomunicadas unas de otras. Cada caja contenía todo lo que cada alma individual pedía; comida nutritiva, imágenes siempre variadas, cientos de distintas simulaciones electrónicas que satisficieran todas las necesidades físicas de esas almas.
Los terrícolas vivieron dentro de lo que siempre consideraron El Mundo Ideal. "Ahora nadie va a molestarme", chirrió una vocesita humana desde una de las cajas.

Una vez separados, los Turgianos pudieron determinar su clasificación... por cajas. Cada caja era del mismo color que la otra y cada una contenía dentro de sí a un humano. Juntas, dentro de una singular moda, la especie humana contaba en ese entonces con 123,000,000,000,000. Individuos, Todos exactamente iguales.

Basta decir, como final de esta historia, que fueron los turgianos los únicos testigos, sino es que aceleradores, del fin de una singular especie.

Cristina Alvarado

A punto de ser primavera.
01-marzo-2001

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