A veces escribo. A veces nomas me da por moler

A veces escribo. A veces, nomas me da por moler.

lunes, 28 de noviembre de 2011

No respondo chipote con sangre, sea chico o sea grande


     Había en el Colegio de México una maestra horrenda que tenía a su hija en el mismo grupo donde yo estaba. Entre ellas dos nos traían de su changuito a todos los del grupo, sobre todo a mí, hasta que en 1979 decidieron sacarme de esa escuela y meterme al Aberdeen. Fui cuadro de honor en el colegio de México hasta ese momento (primero de primaria)

Los detalles de por qué me cambiaron, creo que tienen más que ver con esa maestra celosa que prefería a su hija sobre los demás chiquillos y mi actitud contestataria. Si no, creo que hubiera permanecido en esa escuela hasta la secundaria.
La directora me decía Mafaldita. Yo era la consentida. A lo mejor era eso lo que le cagaba a la maestra loca. No lo sé.

Cuando me cambiaron al Aberdeen, mi hermano entró al kínder allí y la cosa se puso loca. 


Mis calificaciones bajaron hasta el panzazo. Me la pasaba peleando con otros chicos, sobre todo los que osaban poner un dedo en mi hermano que era flaco como un palito de paleta. Mi actitud era cada día más desafiante. No soportaba la estupidez aunque eso no se reflejara en mi boleta de calificaciones. Sólo me llevaba bien con Raúl y Jorge, los dos bravucones de la clase. Años después descubrí gracias a la terapia, que yo era el peso pesado en ese trío de cabrones.

Casi todos los pleitos en los que me metía tenían que ver con las trastadas que se nos ocurrían a los otros dos niños y a mí. Pero también me metía en líos por salir como locomotora a defender a mi hermano, y por culpa de una maestra que tenía la mala maña de encerrarme en un closet como castigo.

De esto hablaré en otro arrebato catártico, pero de una vez les cuento aquí que sufrir abuso por parte de un adulto, en este caso un maestro, es tan traumático como sufrir abuso de otros chicos. Un adulto consciente debe de saber la diferencia entre un castigo y un abuso. Definitivamente la miss Clemenbruja no lo sabía.

Yo me defendía como gata enloquecida. Ya había aprendido a golpear gracias a Amanda. Hasta que se me pasó la mano. Uno de los niños de mi grupo se atrevió a decir que yo era un niño: ¡Un niño!
El pobre acabó con un chipote con (mucha) sangre y yo, a punto de ser expulsada del Aberdeen. Esa fue una de las razones por las que me inscribieron en Decroly el otoño siguiente.

Me había transformado en una especie de “Heroína Feminista” para las maestras de otros grupos (mi maestra me odiaba con odio jarocho).
Les sacaba por lo menos media cabeza a los chicos de 4º y 5º de primaria. Durante los meses que siguieron y hasta el final del año nadie se atrevió a hacerme una sola broma, comentario mordaz ni nada.
Durante ese tiempo, al volver al condominio, no le volví a dirigir la palabra a Amanda aunque ella lo intentara. Eventualmente nos fuimos acercando un poco, pero sólo en las fiestas de cumpleaños o cuando me invitaba a su casa de verano en Cuernavaca y nada más. Amanda comenzó a frecuentar a Gelo, la hija de una mujer que trabajaba como técnico en el laboratorio de Algazi. Simplemente ya no me importaba su rollo.

Lo que hizo que mis padres prestaran atención a mi actitud cada día más grosera fue que se separaron por primera vez, provocando que esa etapa llamada de Elektra se convirtiera en pleitos a diarios con mi madre.
De la nalgada, pasamos a la cachetada y de la cachetada al cinturón. La rebeldía de mi parte y la falta de madurez emocional de mi madre en ese entonces, agriaron tanto el ambiente en el que estábamos, que nadie en la casa dormía con la conciencia tranquila.
Mi madre de apenas 26 años y yo crecimos mucho durante ese periodo, que luego, al recapitularlo, las dos –que ahora somos las mejores amigas- notamos que en total fueron poco menos de tres años de gritos y golpes. Nunca llegó a lastimarme como para dejarme marcada o amoratada, pero sí se notaba a leguas que algo terrible nos estaba descomponiendo a las dos como madre e hija y al conjunto que formábamos con toda la familia.

Una tarde de 1984, le dije a mi madre: “Cuando te pones así, pareces un monstruo”. Mi mamá, que ya tenía la mano levantada, se dio la media vuelta y se fue a encerrar a su recámara. Pocos días después, comenzó a ir a terapia; primero ella y después toda la familia. Por cierto. Todo esto coincidió con que ese fin del verano y a raíz del incidente del chipote con sangre, mi hermano y yo fuimos aceptados en la Comunidad Educativa Decroly, o lo que más tarde reflexioné como un rito de paso... Decroly se convirtió en mi Alma Mater Kármica

Ese cambio positivo no repercutió mucho en mí al principio. Finalmente la cosa entre mi madre y yo comenzó a mejorar, pero  yo seguía con el lodo hasta las narices.
Desde  1984 hasta que por fin me llegó la pubertad casi al cumplir los 16 años, yo era una bomba de tiempo con patines. Buena Girl Guide los fines de semana, la prima tímida… y en la escuela, era la rara, la que no se llevaba bien con casi nadie. Básicamente entre 1985 y 1989 comencé a llevar esas vidas por separado y sólo en mi cabeza o en las horas de terapia dejaba que esa situación se unificara.

Es curioso, pero creo que el “punto de quiebre” se dio en 1988, mismo año en que comencé a escuchar más rock argentino sobre todo a  Soda Stereo, con Doble Vida. Y eso que todavía no llegaba formalmente a la pubertad.


La de la foto soy yo, sosteniendo una foto de mí a los 9 años 
en el despacho de contador que alguna vez fue el condominio donde viví 
y que forma parte de esta serie de relatos.. 
 La foto fue tomada por @Jorgepedro en 2010.

 (Fin de la tercera parte de esta entrega. Comprendo la cualidad inmediata del Internet y la imposibilidad de mantener la atención de los lectores internautas, así que he decidido cortar este texto en varios episodios. 
Continúa “Doble vida”)

lunes, 21 de noviembre de 2011

Amanda



Amanda
Amanda es un boleto distinto. Abusiva, alta como una adolescente, morena, algo gordita y muy demandante. Definitivamente era más precoz que ninguna otra niña. Era la hija única de doña A y el señor M.
Doña A  era la secretaria y jefa de enfermeras de la central de análisis clínicos, un laboratorio propiedad del Doctor Alberto Algazi. Médico gineco-obstetra y espiritista reconocido en los más elevados círculos de grupos iniciáticos del país. Dueño también de prácticamente todo el Ave Fénix (tercer piso. Antes el condominio Insurgentes no tenía piso trece, luego lo añadieron pero le pusieron nombre al piso 3)
El condominio era cosa de horror ya que para entrados los años ochentas y hasta después del terremoto de 85, ese edificio comenzó a convertirse en una mezcla del Nostromo y los pasillos blancos del Discovery 1, pero que en vez de Aliens, o Hal 900, por sus pasillos andaban “licenciados” de traje gris. Hoy, por el condominio  pululan las sombras y los murmullos de los hare krisnas que viven allí, como paracaidistas (Okupas) y posiblemente el fantasma del magistrado Polo Uscanga, asesinado en el piso 9 que era la sede del sindicato de la también asesinada Ruta 100.



Amanda era horrible. Tenía azorrillado a mi hermano hasta que un día me le puse cabrona y la cosa acabó en los golpes. Tardé años en reaccionar, porque la niña me tenía a mi también completamente controlada.

Llegué al condominio Insurgentes en enero de 1978 sin saber cómo defenderme porque no había tenido un contacto real con niños de mi edad que no fueran mi familia que, hasta ese momento no era tan numerosa. Mi hermano tardaría unos días en nacer.
Pero de pronto entré en contacto con dos vecinos bravucones, una escuadra de primos y primas y además los chicos de la escuela, con los que de plano preferí no mezclarme. Mis compañeras en las Guías de México eran unas dos o tres muy añoradas, pero prefería la compañía de las muchachas más grandes, en especial mis guiadoras: Ana, Vero que descanse en paz y la Güeroshka.
Siempre me sentí más a gusto con gente mucho mayor que yo. Incluso hoy.

Total que, lo que fueron pocos años de infancia, se tradujeron en siglos de convivencia Uno de esos siglos fue mi trato con la tal Amanda.
Me di cuenta que algo no estaba bien en 1983 cuando me vi a mi misma agrediendo también a mi hermano y a otros niños. Algo estaba muy mal. Tenía unos ocho años y fue como si hubiera despertado de un sueño.

Los tres años anteriores, Amanda se las había arreglado para conquistarme con sobornos a hurtadillas, porque eran cosa restringida en mi familia. Aquí, una lista.
ŸVisitas al parque México con su nana, en vez de hacer la tarea.
ŸComidas prohibidas: jamón, cocacola, cool aid,  papas fritas, dulces y chocolates.
ŸPelículas de terror y de ficheras en su videocasetera VHS.
ŸJugar con sus muy sofisticados juguetes, los cuales parecían llegar a razón de uno nuevo cada semana.
Entre 1979 y 1983, Amanda se las arregló para lavarme el coco al grado que llegué a considerar seriamente convertirme al catolicismo –cosa absurda en mi pequeño círculo familiar- y hasta rebelarme abiertamente con tal de disfrutar de las ventajas de tener una vecina “rica”.
No saben la cantidad de veces que regresé a casa llorando porque Amanda me soltaba alguna mentira hiriente:
ŸUstedes viven de arrimados con su abuela.
ŸLos vestidos de holanes son de niñas pobres.
ŸTu hermano es retrasado.
Ÿ Yo soy más bonita que tú.
ŸSi no haces (inserte aquí la petición que se le antoje) le voy a decir al Señor de enfrente que te lleve a su despacho.
El señor de enfrente era un tipo ñañaroso con bigote que siempre nos invitaba a entrar a su despacho con la promesa de regalarnos algo. Cosa que a mí me resultaba sospechosa. Nunca entré a su despacho, pero Amanda sí lo hizo, varias veces.
Esta última amenaza, me pone a pensar que el tipo era un pederasta. Su sola presencia me ponía incómoda. Más de una vez entré corriendo –o patinando- a mi departamento al verlo salir de su despacho.
Jamás se me ocurrió decirles esto a mis padres, pero jugar a las barbies con Amanda acababa siempre en la cosa más aburrida del planeta, porque Amanda insistía en poner a su barbie a coger con su hombre elástico… al cual le había pintado un bigote con un plumón negro.

Aún así, cada tarde regresaba a jugar a su departamento y cada tarde surgía una nueva querella, hasta que, por defender a mi hermano que también quería jugar a las barbies, a lo cual ella accedió, pero comenzó con el asunto del hombre elástico con bigote. David no quiso jugar a eso (claro) y Amanda se enojó tanto que empujó a mi hermano hasta tirarlo.
Acabé insultándola. Amanda era muy morena, así que le solté un insulto racista que le destapó la coronilla. Nos agarramos del chongo tan duro, que ella fue la que acabó llorando y pidiendo perdón. Yo mentí y le dije que todo estaba bien. Me abrazó, la abracé. Tomé a David de la mano y nos regresamos a casa.
Después de eso, comencé a probar qué tan bien se sentía el poder defenderse.



(Fin de la segunda parte de esta entrega. Comprendo la cualidad inmediata del Internet y la imposibilidad de mantener la atención de los lectores internautas, así que he decidido cortar este texto en varios episodios. Continúa “No respondo chipote con sangre, sea chico o sea grande”)

viernes, 18 de noviembre de 2011

Bravuconadas de ida y de regreso. O de cómo aprendí a manejar la violencia pasiva y activa a lo largo de quince años.


Bravuconadas de ida y de regreso. O de cómo aprendí a manejar la violencia pasiva y activa a lo largo de quince años.

Primera parte

Hace un par de noches, vi una versión más de Carrie que atrajo varios recuerdos harto incómodos.
No pretendo hacer un análisis de la novela, la serie y mucho menos un análisis comparativo entre esta versión y la película. Lo que ocurrió esa noche, es que recordé cosas que tenía muy olvidadas desde hace años. Cosas que en su momento fueron analizadas en terapia pero que ahora puedo ver con la perspectiva enorme que me da estar al borde de la mediana edad.

Pasé prácticamente desde que aprendí a caminar hasta los quince años batallando con el tema del abuso por agresión física o verbal.
Gracias a la vida en esta dimensión, no tengo telequinesis. Si yo fuera personaje de película, novela o historieta, creo que al llegar a la pubertad, habría estallado cual bomba H y me habría llevado de corbata a por lo menos la mitad del DF.

Desde chica. Digamos desde que tengo uso de razón y hasta llegada la adolescencia, fui el objeto de la envidia y –un no sé qué- por parte de muchos niños y niñas. Mi refugio eran mis libros, la terapia y el movimiento Scout. Pero también me refugiaba en una agresividad pasiva que casi siempre me salía por la culata.
Aquí, un análisis detallado de esos recuerdos, que poco les importan a ustedes, pero que me da la gana ventilar.

Sin andadera.
Cuenta mi mamá, que cuando apenas estaba comenzando a caminar, mi papá y ella, decidieron que sería mejor para mi desarrollo no usar el recurso de la andadera, e hicieron bien. Para ser una persona particularmente distraída, creo que mi cerebro conecta con eficacia los actos de mi cuerpo.
Pero eso no evitó que una de mis primas se divirtiera a mis costillas jalando mi vestido al pasar, hecha un bólido, en su flamante andadera.
Creo que esa sería la primera vez que el modo de vida elegido fue aprovechado por otro para sacarme ventaja. Aunque creo que eso no me afectó tanto a mí, como a mi mamá que se cansaba de defenderme, agriando momentáneamente su relación con las hermanas de mi papá.
Durante esos años de bebé, vivíamos con mi abuela paterna en el edificio Gaona, justo enfrente de Gobernación y el Reloj Chino. Convivía con mis primos hermanos. Unos vivían en el mismo edificio y otros iban de visita cada fin de semana. Cuando estábamos todos juntos, sumábamos unos veinte niños y adolescentes, sin contar a los adultos. Claro que el incidente de la andadera se repitió en otras ocasiones y bajo distintas circunstancias y con otros protagonistas. Imaginen la cantidad de escuincles todos en una casa de dos pisos. Entre niños, bebés y adolescentes. Todos con el apellido Alvarado en común, éramos capaces de provocarle una jaqueca al más acomedido. Por lo tanto, no nos quedaba de otra más que “llevarnos” y el que se lleva, se aguanta.

Luego le dieron un trabajo a mi papá hasta Minatitlán, así que vivimos solos los tres en Veracruz poco más de un año, hasta que mi madre se embarazó y mis padres decidieron que era mejor regresar al D.F. Eso fue por ahí de 1977.
A petición de mi abuela materna, nos fuimos al departamento 320 del 3º piso Ave Fénix del Condominio Insurgentes a vivir con ella.
Ese año tropical de mi vida, el mundo comenzaba y acababa en mi madre. Todo circulaba alrededor de nuestro pequeño planeta y mi papá era un satélite. Creo que disfruté mucho esa vida, porque tengo imágenes muy claras de ese año. Un huracán. La hamaca , mi muñeca preferida, un cuento sobre Bongo, el oso de circo. Recuerdo a una vecina, posiblemente adolescente, que tenía gatos. Mi madre se ha de acordar de ella. Creo que esa chica era mi único contacto con otros humanos.

Claro, mi mamá que también era prácticamente una niña. No conocía otro modo de crianza más que el que le tocó, que fue el de las nalgadas, y cuando no, la paliza. Pero durante esos primeros años, salvo un par de nalgadas por armar una pataleta, no hubo castigos fuertes ni nada.

Pero nos fuimos del paraíso tropical y allí comenzó la ordalía con el famoso bullying; que entre los años setentas y ochentas se llamaba simple y llanamente cabronada.

Reinaldo

    Después de no convivir con nadie más que con mis padres y la eventual visita de la vecina y sus gatos, llegamos al número 300 de Insurgentes sur, en los límites de la colonia Roma y la colonia condesa.
En el condominio vivían también tres niños más. Amanda, un año mayor que yo y Reinaldo, que tenía una hermanita como cuatro años menor que él. De Reinaldo y de su hermana no recuerdo los apellidos ni puedo deducir su edad porque cada año, acababa invariablemente reprobado y el pobre creo que nunca aprobó primero de primaria, así que no puedo saber su edad, pero en algún momento iba en el mismo grado que Amanda.
Sólo recuerdo que Reinaldo era un niño trastornadísimo. Lo recuerdo delgado, mal encarado; de piel… ¿verde? Así daba la impresión.
Tenía el cabello rojizo y ojos como de gato. Hacía mucho ruido todo el tiempo y jamás lo vi con otra ropa que no fuera su uniforme de primaria de gobierno.
Algo le pasó antes de que lo conociera. Quién sabe. Porque ese niño era la piel de judas. Por ejemplo: rompía todos los juguetes que caían en sus manos, no sólo los suyos. Maltrataba a cuanto animal cayera en sus manos (las arañas patonas eran sus víctimas favoritas) y le gustaba además rodar cosas por las escaleras del condominio, aunque acabaran hechas añicos.

La tragedia ocurrió cuando en un arrebato furioso, destruyó algunos juguetes de mi hermano y una colección de perfumes miniatura de Christian Dior que la señorita Inéz me había comprado en París. Yo tenía unos seis años porque era mi primer año en la primaria, David era un chiquito, todavía no entraba al kínder. El recuerdo del llanto de mi hermano todavía me eriza los pelos de la nuca.

Su madre era una especie de montaña de carnes colgantes que sólo salía de su departamento para llevarse a rastras a Reinaldo y a su hermana. El rumor era que la señora era contrabandista o fayuquera, no me acuerdo, y que ella dormía en la misma cama que Reinaldo y la hermanita.
Ellos vivían en el 309 con la abuela que era un pan de Dios y el hermano de la señora que era soldado.
Ir al departamento de Reinaldo era como ir de visita a la casa de “La gente detrás de las paredes”. Por las noches, se podían oír los golpes, los gritos y el llanto que se colaban por debajo de esa puerta. ¿Violencia intrafamiliar? Por supuesto. Pero nadie había acuñado el término todavía.

Creo que mi papá tuvo una plática muy seria con el hermano de la señora, esta última no era posible de abarcar por ningún lado, así que mi padre acabó con el asunto de las visitas de Reinaldo a la casa. Mi hermano y yo estábamos muy chicos como para defendernos solos.
Lo último que supe de él fue cuando fui a visitar el condominio hace unos quince años. Trabajaba en una tienda de dulces en el mismo condominio. Él me reconoció, pero a mí me tomó unos minutos adivinar quién era ese sujeto con cara de junkie. ¡Qué pena!
Hace poco fui a la 246 y por curiosa indagué si la tienda seguía allí. La entrada está tapiada. Ignoro si él sigue viviendo en el condominio y para evitarme de nuevo la vergüenza de no reconocer a nadie, mejor ahí murió.

(Fin de la primera parte de esta entrega semanal. Comprendo la cualidad inmediata del Internet y la imposibilidad de mantener la atención de los lectores internautas, así que he decidido cortar este texto en varios episodios. Continúa “Amanda”)

jueves, 17 de noviembre de 2011

"El Buen fin" me suena a "Eutanasia", nada más que sin el "Eu"

Para los que todavía no entienden que el consumismo, el neoliberalismo, la corporacracia y el capitalismo son la misma cosa, lean entre líneas todo este irigote del "Buen fin"

Si de verdad creen que con salir de compras este fin de semana la situación económica se va a remediar un poco, compren productos de artesanos y compañías 100% mexicanas. Así el dinero gastado se queda en el país y no en los bolsillos de la oligocracia que ni siquiera invierten en su propio país, sino en sus cuentas de banco y en las ramificaciones de su poder.

Pues hay que ser consecuentes ¿Les gusta su gobierno y régimen económico capitalista? ¿La palabra socialismo le saca ronchas verdes? ¿La palabra comunismo para usted, rima con "no voy a mantener a una bola de indios, negros, chinos, maricas, hippies, huevones cochinos"? 

Entonces va pues; órale. Centre toda su vida en comprar y comprar y comprar; ya que la economía de su país está basada en cuándo, como dónde y cuánto COMPRA. 
Si no compra, no se queje. Deje de comprar piratería, deje de comprar cosas que duren toda la vida, deje de comprar artesanías. 

Pero entonces no nos venga con voz aguda de quejica cuando los que no tienen para comprar lo mismo que usted, vengan a su patio trasero y griten en voz en cuello las siguientes quejas:

Compro y no me dan lo que compré
Compro y no me alcanza para comer
Compro y no tengo dónde vivir
Compro y ya no puedo pagar la hipoteca
Compro y me subieron la renta
Compro y estoy enfermo
Compro y me mandan a la guerra
Compro y no me alcanza para estudiar
Compro y no tengo trabajo
Compro y me envenena lo que compro
Compro y lo que compro envenena al planeta
Compro y el resto del mundo me odia por esclavizarlos
Compro y un niño hizo lo que compré
Compro y no soy feliz con lo que compro
Compro y lo que compro no me hace feliz
Compro y mi gobierno dice que compre más
Compro y el dueño de la empresa quiere que compre aún más
Compro y lo que compré ya es obsoleto en solo 18 meses
Compro y se extingue el último animal de su última especie
Compro y estalla una guerra en un país que ni puedo señalar en el mapa mundi
Compro lo que me dicen que compre y no sé ni para qué sirve
Compro y la güera del pan no me pela por naco, prieto, panzón y bigotón
Compro y lo que compré me deja estéril
Compro y lo que compré de deja impotente
Compro y compro y compro y compro y me voy a la tumba comprando hasta después de muerto...

Y lo que compré...
Allá va, tirado en un llenadero, en un basurero; flotando en el océano, en el cañón, en los ríos, en la panza del pez que me voy a tragar gracias al cupón de descuento que bajé de internet.

Y lo que compré, allá va, enterrado en la consciencia de los que heredaron la cuenta.



viernes, 5 de agosto de 2011

Cuevana | Food, Inc. (2008)

Cuevana | Food, Inc. (2008) en serio, tienen que ver este documental. En México pasó sin pena ni gloria (También en EUA) dense un tiempo para verlo. No volverán a comer como antes.

martes, 12 de julio de 2011

*Según Yo...*: Injusticia a atropellados: la víctima paga

El mundo que a mi me gusta es un mundo de viajeros, un mundo de hogares solidarios. No de conductores huevones. y menos un mundo de conductores que se asumen consumidores.

Mi querida Jareth, compañera de ruta desde hace más de veinte años, es víctima del abuso de un conductor abusivo que atropelló a su esposo Said, refugiado Bereber en nuestro país. Por favor, lean el siguiente enlace a la página de Orquídea Fong, allí vienen los detalles y si pueden ayuden a Jareth y a Said en este momento de injusticia. Lean, compartan y si pueden, ayuden a mis amigos. A continuación, está el enlace con más detalles.

*Según Yo...*: Injusticia a atropellados: la víctima paga: "Esta mañana me encontré con la mala noticia de que el esposo de mi amiga y colaboradora Jareth Levrack fue atropellado ayer por un automovil..."

lunes, 11 de julio de 2011

Feng Shui tips and secrets

Y esto, todo esto es básicamente lo que yo practico. Pongan atención, porque no se trata de andar colgando espejitos y cosas así. Esto no es Mac Fengshui, querido Zoo. Esta es la escuela directa. Con miles de años de tradición y sí funciona. Feng Shui tips and secrets

lunes, 27 de junio de 2011

*Según Yo...*: Acoso cibernético en el caso Ruiz Mendicuti

*Según Yo...*: Acoso cibernético en el caso Ruiz Mendicuti: "Orquídea Fong Creo que no hay nada que resulte más desesperanzador que seguir de cerca las evoluciones del patético circo que es la política..."

Este texto viene del Blog de mi querida paisana y jefa en la revista Bamboo, Orquídea Fong.

Léanlo, ya que pone en orden la historia ordalía que nuestra querida América Pacheco ha vivido hasta estos días.
Lo ocurrido durante esta semana es una pequeña muestra del calibre oxidado de la clase política de este país y los esclavos que les sirven prestando su tiempo "trolleando" en las redes. Un asco de situación.


sábado, 14 de mayo de 2011

Juicio internacional a Calderón Petition

Juicio internacional a Calderón Petition

Por favor, firmen la petición de juicio internacional a Calderón. Necesitamos reunir más firmas. Es uno de tantos pasos que podemos dar para hacer frente a lo que ocurre en el país.

viernes, 29 de abril de 2011

Una mano en el culo, Julian Assange y una nota de facebook que decidí meter al molcajete.


            Noche en la diminuta selva de la sierra de Zongolica en Veracruz. Estábamos los seis cabrones de la brigada dormidos en la enorme cama improvisada con tablones de madera de cedro que los habitantes de allí nos dejaron usar.
Ahora que Julian Assange enfrenta cargos por asalto sexual y que Wikileaks pende de un hilo web, regreso a ese momento… Noche en la selva. Algo de frío, mucho cansancio, muchas ganas de mejorar al mundo. 16 años antes de que comenzara esta guerra de siglo XXI. La primera guerra en el ciberespacio.

      Llevaba un tiempo en eso del trabajo comunitario. Ayudando a otros o quizá, ayudándome a salir de la adolescencia. Y estaba o por lo menos creía estar muy consciente de mi presencia allí.
Alfabetización, talleres autogestivos, regularización escolar con niños. La agenda de actividades era más larga que el tiempo allí, pero valía la pena.

        Una noche de esas en que ya por fin nos habíamos acostumbrado a dormir hechos bolas en una sola cama; una mano aterrizó en mi culo, buscando cobijo. Pretendía llegar a mi pubis.
Por supuesto desperté y le dije a esa mano: “chingado, se piden”. La mano y su propietario, no supe si indignado, después me enteré que avergonzado, se fue a dormir sobre la mesa de trabajo (¡!).

No quise dejar que eso fuera importante, pero lo era. La mano no alcanzó a llegar a donde quería su dueño. Yo estaba entre confundida e intrigada. Él nunca me había dado motivos para pensar que yo le gustaba, es más, pensé que le caía mal. Me sentí agredida pero al mismo tiempo, creo que sentí su tragedia adolescente tardía, pero no le permití ver mi compasión pues lo que hizo también me dio miedo. Creo que eso se llama “Empatía”.

¿Dónde está el respeto? Se supone que estábamos allí para trabajar, pensé.
Pero me tragué mis pensamientos de víctima idiota. Me los tragué con pinole y sin agua  ya que días después cometí más estupideces que la mano y su dueño. Algunos de ustedes saben que la cruda moral me duró años.

Hoy en día, si bien no me arrepiento porque eso ya sería tragicómico, he llegado a un estado zen en el que ya no es tan fácil pensar que sexo es sexo o que los hombres son malos y violan. O que trabajo es trabajo. Ya no es tan fácil pensar que el Hombre Nuevo se eleva a pesar de sus cosas buenas, sus cosas malas y sus chingaderas. Que no es tan fácil pensar que el revolucionario sabe cuándo decir “no” o “por favor”.

No señora, no sea pendeja: Hace falta carácter y tener la cabeza muy fría para salir al mundo a tratar de repararlo.

Años después conocí a un cuate, aspirante a luchador social que me platicó de otras actividades más relajadas en cuanto a la ideología, Actividades más congraciadas con el capitalismo y sometidas a las resoluciones no escritas luego de la represión contra las manifestaciones en contra de la organización mundial de comercio de 1999 en Seattle.

Lo que el me promocionaba es algo así como “Turismo real” algo así como BUSCA, pero a lo “global” y sin tener que estudiar ninguna ideología o dogma de izquierda.
Turismo para burgueses que se saben de memoria La Internacional, pero que de todos modos votaron por la paz en 1994.

Luego me enteré de los amores que mi amigo tiene allí…
(hum)
Me acordé de ese viaje a Veracrúz y por supuesto que paré la trompa.

Luego hablamos:
― Qué complicado es dejar el miedo en casa. Qué complicado es no confundir la soledad con la libido. ¿Cuántas personas no se meterán a este rollo nada más para ligar?― Y lo dejé de a seis.

―No lo había pensado antes ―me dijo ―. Pero tienes razón.


Luego le conté acerca de la mano y su dueño y de las pendejadas que hice al regresar de la sierra, en el encuentro en Córdoba.
(Baja autoestima, libido confundido, arroz con leche, aguardiente y cerveza… combinación mortal)

¿Por qué será que en esos momentos en que es uno más humano, se vuelve también más idiota?

Con el sexo inválido, lastimando a los que más amamos, a los que nos esperan en casa.
Lastimándonos también de paso.
Porque falta respeto.
Y tener la cabeza fría.
Porque en efecto, le damos poca importancia al sexo y al amor y a la amistad. Porque ya medio briagos nos la whereveamos y seguimos adolescentes, invencibles salvando al mundo con las tetas al aire y la verga erecta en la mano.
Que Julian Assange esté metido en el berenjenal en que está, me recuerda a esos días en la selva, pero también me recuerda a una junta del PSUM en que mi madre, inteligente y calma como es, evitó soltarle un improperio a un tarado que le salió con esta:

Y tú, compañera ¿estás liberada de la cintura para arriba o de la cintura para abajo?

Yo Compañero, estoy liberada de los pies a la cabeza.


Echando al idiota ese al carajo con cajas destempladas y mucha gracia. Mi madre es una mujer muy bien educada.

No crean que esta es una diatriba feminista, no limito la porquería a lo que los hombres hacen, sino a lo que nosotras también hacemos.
Parece que cuando la lucha comienza y la justicia parece más verdadera, más cercana, buscamos el último resquicio de inequidad para pepenarnos de ella.

            Poseer a alguien.

Es por eso que les mando esta nota tan larga, porque me acuerdo de esos días y de estos momentos. Porque a lo mejor Assange no estaba pensando que les llegarían al precio a esas fulanas que ahora lo denuncian.

Por menos de eso yo ya estaría en prisión o en la lista negra de la interpol… pero no soy famosa, ni mi trabajo ha trascendido como el trabajo de Assange.

Pero así es esa oligarquía de derecha que gobierna al mundo y se aprovechará de la cojera que desde siempre ha tenido la Revolución: Esta estúpida manera de tomar al sexo del otro. Estas ganas estúpidas de masturbarnos con el otro.

Necesitamos liberarnos primero, aquí en la entrepierna, en el chakra raíz. En el corazón que sólo se abre para amar al mundo, pero que sin entrenamiento no puede amarse a sí mismo.

¿O no es acaso el sexo algo hermoso cuando se hace bien y con amor?

               Nos están agarrando por atrás, amigos. Más vale que recapitulemos eso y nos dejemos de idioteces.
Otros grandes hombres y mujeres que nos dieron sus vidas, perdieron la libertad por traer la libido contaminada con otros sentimientos.

Yo pasé por allí y no niego que se presente la ocasión de bajar por esa misma resbaladilla de nuevo. Pero creo y espero ser más consciente de ello.

Ahora les pido que hagan lo propio. Usen condón siempre, siempre, siempre. No se vayan con la calentura a la primera de cambio, casi nunca se encuentra así al compañero que les seguirá hasta liberar a la patria. No sean imbéciles por elección, ni drogados, fumados o borrachos. No serán más efectivos ni más revolucionarios que estando sobrios. No les den armas a su enemigo de clase. Hablen con otros, sean sinceros con lo que sienten. Quiéranse un poquito. Aunque sea "así".

De esa manera, los sotánicos[1], los panistas, los buhoneros de la moral y la decencia no pasarán.
Los amo profundamente.
Cris


[1] Sotánicos. De Satanás y Sotana. Neologismo ingenioso acuñado por mi amigo Víctor Manuel Fernández Patiño, Alias El capitán frío.

lunes, 25 de abril de 2011

RECHAZAMOS LA REFORMA A LA LEY DE SEGURIDAD NACIONAL Y EL ESTABLECIMIENTO DE UN ESTADO POLICÍACO-MILITAR Petition

RECHAZAMOS LA REFORMA A LA LEY DE SEGURIDAD NACIONAL Y EL ESTABLECIMIENTO DE UN ESTADO POLICÍACO-MILITAR Petition

La historia reciente de Latinoamérica no miente, no puede hacerlo. Un estado en el que la policía y los militares pueden interferir en las libertades civiles, equivale a una dictadura. No podemos permitir que pase eso. Izquierda o derecha o centro o apolítico. No podemos permitir que pase eso.

miércoles, 20 de abril de 2011

Marcin Jakubowski: Open-sourced blueprints for civilization | Video on TED.com

Marcin Jakubowski: Open-sourced blueprints for civilization | Video on TED.com

En vez de preguntar si se va a acabar el mundo el 21 de diciembre de 2012 o si somos parte de la élite de los que serán arrebatados, una buena idea para ser mejores humanos es usar el cerebro que tenemos para salir del círculo vicioso del consumismo. Crear con nuestras manos lo que nos es posible, podrá salvar lo que nos hace ser el colmo de la creación. Vean el vídeo, investiguen y si pueden CREAN.

viernes, 8 de abril de 2011

Borrón y cuenta nueva para los elegidos

           
         Después de algunos años de ver por encima del texto general que es la vida contemporánea, me doy cuenta de una cosa que creo que la comunidad esotérica está pasando por alto o a lo mejor participan de ello:

La naturaleza holgazana del ego humano.

Así escrito, parece rimbombante decir tal cosa, pero es de temer:

Propios y extraños de los círculos religiosos, místicos y esotéricos, llevan años hablando del fin del mundo; Es más, podría decirse que se viene hablando de esto prácticamente desde que existen mentes humanas creadoras de mitologías.

El fin del mundo es ya un arquetipo por sí mismo. Tiene distintos nombres, dioses y fechas. Pero hay una fecha especial que ha entretenido a las mentes más ocupadas del orbe a partir del despanzurrado 2000:
21 de diciembre de 2012.
Me han preguntado si es cierto que se va a acabar el mundo y antes de poder darles una respuesta, muchos exclaman: ¡Para qué votar el 2012! Si de todos modos nos va a llevar la conchinchina.

Mi bisabuela soñaba con el arrebatamiento y me leía relatos maravillosos en los que, si yo era buena, un día El Señor me iba a arrebatar, para llevarme a un lugar hermoso donde podía tener un león de mascota y donde viviríamos felices junto con mis papás y mi hermano.

Y luego llegaba mi mamá y me ponía a levantar el desmadre que era mi recámara. Mientras hacía lo que me tocaba imaginaba lo que el cielo sería para mi: un lugar ordenado automáticamente, donde no tenía que levantar las cacas de mi imaginario león mascota.
En el cielo no había nada que limpiar, ni ropa que lavar, ni tarea, ni escuela.
No había ningún desperfecto; cuentas de banco; deudas externas, crisis, inflación, aves muertas, ballenas varadas, represión, presos políticos, hambruna en Somalia, redadas en Tepito.

Sólo había gozo, libros y más libros; pasteles de tres leches, niños jugando en parques interminables y padres felices que jamás serían divorciados.

Pero luego volvía a la realidad afuera de las páginas del Atalaya y las lecturas de mi bisabuela. Regresaba al viejo condominio Insurgentes a un mundo común y corriente y con toneladas de tarea qué resolver.
En el fondo, yo deseaba que llegara un terremoto o un incendio o una mudanza que acabara con todo, con tal de no levantar mi recámara o tener que memorizar la cochina tabla del siete.

En esos años pasó de todo, menos el incendio y de todos modos me mudé con todo y mi desmadre hasta la Magdalena Contreras después de 1985.
Entonces aprendí que el desorden se lleva adentro.

Resulta claro que es más fácil llevar las cuentas en orden desde el principio.
Por eso, no me sorprende que haya entusiastas del fin del mundo.
Entre esos entusiastas, hay científicos que no se creen el rollo de los testigos de Jehová que me contaba mi bisabuela, pero no quitan el dedo del renglón.

Esos científicos que creen que si se acaba el mundo por angas y mangas, la tierra podrá volver desde cero. Recrean su imaginación proyectando una tierra reconstituida sin humanos o con pocos humanos alfa, hijos de Darwin repoblando la tierra, partiendo desde el principio y sin defectos genéticos ¿Cómo sería posible?

Las batas blancas también sueñan con un acto extraterreno y redentor. Un meteorito, por ejemplo. Calculan algoritmos interminables que nos dicen que la tierra estará mejor sin nosotros o con una versión corregida y aumentada.
Ya se recuperará la Gaia, porque es homeostática, optimizada, coevolucionada, etcétera.

            Ya sea bajo el cobijo de un doctorado, o con un título de beatitud. Millones de mentes que se presumen inteligentes, lo que en realidad no quieren hacer es levantar el cochinero. No quieren contradecir lo que ordenan las grandes corporaciones que son las que imponen la mugre de plástico que contamina al planeta. Y sus guerras. Y sus trampas.

Billones de humanos se asumen primero como consumidores, luego como empleados y finalmente como espectadores mudos o aterrados o indiferentes del espectáculo más grande de la historia: La evolución del Homo Sapiens-Sapiens hacia el estadio al que pretende llegar: Homo-Cínico[1].

Siempre es más sencillo empezar desde cero. Ya sea sobre las alas de la reencarnación o bajo la aureola del paraíso prometido o de algún Nirvana extraterrestre.
Queremos ir al primer día de escuela con todos nuestros útiles brillando de nuevos, pero no queremos regresar a casa a hacer la tarea, ni a lavar el uniforme ni a lavar los trastos.

Entonces, como Sibila, me decepciono mucho. No me gusta que me pregunten si se va a acabar el mundo en el 2012 porque sé que el trasfondo de la pregunta es muy parecido a algo que sentí durante el terremoto de 1985 y que cambió mi manera de pensar para siempre.

            El terremoto comenzó a las 7:19 De la mañana, por lo tanto todavía no estábamos listos para salir a la escuela. Es más, nos habíamos quedado dormidos. Cuando el tembladero acabó, lo primero que pensé fue “¡Eh, Yupi! Hoy no vamos a la escuela.”
Vivía en la colonia Roma, como ustedes ya saben. En el condominio Insurgentes. Fue cosa de caminar al otro lado de la manzana uno o dos minutos después del bailoteo inicial para ver lo que había pasado. Tres edificios se caían frente a mis ojos de niña. Mi casa seguía bailando, olía a gas en todos lados, una lluvia de vidrio caía por toda la manzana.
Me sentí avergonzada por desear no ir a la escuela.
Muy avergonzada.

            La responsabilidad de la gente comienza con un acto de consciencia. Pocos llegan a ese punto a pesar de vivir tragedias como la que vivimos en La Roma y alrededores. ¿Cómo podemos pedirle a gobernadores, oligarcas y damas de sociedad que lleguen a esa consciencia? Si viven encerrados en sus burbujas de primer mundo. Indolentes, inconscientes, estúpidos por elección: cínicos.

El budismo dice que es Karma. Que cada quién su rollo y que el estado de ascensión depende de la voluntad que pueda tener uno por salir adelante y ser mejor. Que la humanidad no tiene por qué evolucionar al mismo tiempo.

Así somos, aquí nos tocó vivir, Es la voluntad de Dios, Así es la vida, No hay justo, sino uno. Y los que no vivimos en ese mundo de oropel y botox de los poderosos, delegamos nuestra responsabilidad a esos que no tienen consciencia.

Les puedo apostar algo el día de hoy, a pocos días después del terremoto del 11 de Marzo en Japón, y es que no habrá fin del mundo. No ocurrió en 1983, ni en el 2000 y dudo que el famoso arrebatamiento que decía mi abuela ocurra el 21 de Mayo este mismo año. Harold Camping es el que hizo esta predicción. Ya antes había fijado la fecha para el 6 de Septiembre de 1994, luego de que se le aguó la fiesta, dijo que le habían fallado los cálculos.

 Hay toda una gama de teorías escatológicas al respecto y cada vez, el profeta errado sólo guarda silencio o en el mejor de los casos, dice que se le cruzaron las antenas. El ejemplo de Camping es uno entre millones, lo malo es que muchos creyentes prefieren incluso morir que soportar la pena de arreglar sus problemas en vida.

Falta poco menos de un año para que se pare el reloj y no hay un solo maya que diga que sí se va a acabar el mundo, aunque las voces siguen esperando que ocurra.

Terence McKenna murió en 2000 sin poder ver su ola de tiempo cero y José Arguelles dejó este plano a un año y pico de su predicción por cumplirse.

Cada predicción es esperada con más ahínco que la anterior con tal de no levantar el desorden en la recámara, lavar los trastos y retomar el derecho que tenemos de llamarnos Humanos y de llevar el cerebro lleno de neuronas que tenemos, sin contar que tanto el corazón como los intestinos tienen también memoria y que seguimos aprendiendo de ellos. Pero es más fácil seguir pensando que un rey llegará a poner las cosas en orden.
La verdad es que los cínicos esperan que en vez del Rey de reyes, llegue su sirvienta.

Que el tao les sea propicio y no... No se les van a caer las manos si lavan los trastos antes de irse a dormir.


[1] Por cínico, me refiero al cínico de la escuela de Diógenes “El perro”, sin insultar a los cánidos, claro.
Me parece apropiado señalar que hay otros dos tipos conocidos de cinismo en este hemisferio: El cinismo al estilo anglo y el cinismo al estilo hispanoamericano: El cinismo anglo significa ser desapegado debido a la ausencia de sensibilidad y solidaridad humana, el cínico no cree en nadie ni en nada. Toma los aspectos negativos de la filosofía de Diógenes y los convierte en un intento por no sentir nada, porque nada es lo suficientemente valioso y califica de inocentes a los que pretenden mejorar las cosas o la vida. El cinismo hispanoamericano en cambio habla de indolencia. Por ejemplo, un cínico Mexicano roba o mata y luego condena esos actos como si él mismo no hubiera hecho nada. Por supuesto, mi reflexión puede ser rebatida; pero creo que las sociedades humanas ya conseguimos quitarle lo Sapiens al Homo y lo reemplazamos con tal miedo a saber y a crecer que haría falta una dosis masiva de inteligencia y sensibilidad para recuperar nuestro CI colectivo intacto.

martes, 5 de abril de 2011

Boy Scouts en tiempos de guerra.


¡Los lobatos siempre!
¡Comen huevo!
            Así fue el grito de guerra de la manada de lobatos del 103 durante el campamento de aniversario del grupo... creo que fue el número 25, a finales de los años ochentas.
En ese entonces yo estaba en las Guías de México y como todos los meses de mayo, desde que mi hermano ingresó al movimiento en 1984, fui como invitada a esos campamentos de ese grupo scout y me integré a las actividades de la rama femenina, en ese entonces llamada “Gacelas” y más tarde a los desgarriates que organizaba la tropa.

En el campamento en que acabamos comiendo huevo durante dos días, una tromba bárbara inundo nuestro campamento en Meztitla y se llevó toda la comida, misma que acabó en las barrigas agradecidas de la veintena de perros que habita en esas tierras ahora distantes para mí.

El Akela de la manada organizó con los padres una colecta para ir corriendo a la cercana Tepoztlán y reponer la comida de los muchachos.
Al volver, Akela nos sorprendió a todos con una caja entera llena de huevos... Y nada más.

De allí el grito de guerra “Los lobatos siempre: ¡comen huevo!”, que todos en el grupo acabaron por gritar al cierre del campamento y que sorprendió a padres y dirigentes ya que a ellos no se les hubiera ocurrido.
Los gritos de guerra en los scouts son cosa común y casi siempre son ocurrencia de los chicos.

Recuerdo varios gritos de guerra ingeniosos, como el de una patrulla formada por padres de familia, dirigentes y claneros durante uno de esos aniversarios. Cada Patrulla tomó el nombre de un animal. El famoso grito de guerra iba así: “¡Piojos! ¡A la cabeza!”.
Qué tiempos aquellos tan simples.

Pero ahora a la distancia, después de 17 años de haber dejado el movimiento, me hubiera encantado ver la cara de baqueta de Margarita Zavala cuando los Scouts de Ciudad Juárez dieron el grito, literalmente de guerra:

“¿Cómo se grita en Juárez?
¡Todos al suelo!
¿Cómo se grita en Chihuahua?
¡Todos al suelo!
¿Cómo se grita en todo el norte?
¡Todos al suelo!”

De allí a los días que siguieron después del Jamoboree Panamericano en Meztitla, el asunto se volvió un soberano margayate grillero que concluyó con que nada había pasado y que fue puro invento de Rubicela Morelos Cruz, reportera de la Jornada. 
Lean los comentarios en el siguiente enlace.

Pero no es así. Claro que sí ocurrió el grito de guerra. Varios que estuvieron allí lo corroboraron y conociendo el espíritu verdaderamente scout, que un grito de guerra se cuele en medio de la pompa y circunstancia del cierre de una actividad como el jampan, no me extraña.

El significado de la palabra Jamboree no es concreto. Según Lord Baden-Powell de Gilwell, la palabreja significa “reunión de jefes” en idioma Zulú, Swahili o hasta Hindi. Pero a menos que tenga a la mano un diccionario de esas lenguas, no podría asegurarlo. Otros dicen que significa francachela en algún dialecto australiano, pero eso es un chisme de wikipedia.

            La cosa es que cualquier reunión scout implica mucho desmadre. Y ya sabemos lo que ocurre cuando más de tres adolescentes se reúnen en un solo lugar.

Como un hilo de media, este nuevo grito de guerra habla mucho de lo que ocurre en México como un país en franca guerra. Y para no alargar mucho esto, les dejo un último enlace a una página muy interesante acerca de lo que es ser scout en tiempos de guerra:
Para los que no quieran leer en inglés, la siguiente página tiene un fragmento del texto traducido al español:
            De cualquier manera, ser scout en el tiempo que sea, lleva en sus mochilas muchas responsabilidades:

    Dios, o lo que sea que el muchacho exprese espiritualmente.
    La patria.
    El prójimo.
   Cumplir fielmente la ley Scout.

            Durante el tiempo de guerra se define lo que es la patria que nos tocó como heredad. En tiempo de guerra, la creencia de un dios ayuda mucho a cualquiera que se encuentre bajo fuego de metralla. Si no, pregúntenle a cualquier soldado y verán.

En tiempo de guerra, lo primero que vale gorro es cualquier ley. De allí que pocos traten de reinstaurarla. Aún así, la ley scout me parece simple y fácil de seguir.
En tiempo de guerra, el prójimo salta de la barricada que es la otredad y se revela, ora obscuro, ora luminoso. No sabes quién se tirará panza abajo durante un tiroteo junto a ti, ni sabes si será hermano, amigo, extraño o enemigo.
Más nos vale que el que se tire a tu lado sea un Scout, y que este sea tan ocurrente, vivaz y valiente como los muchachos que lanzaron el grito de guerra que acabará por definir a toda una generación de scouts mexicanos.

En hora buena, muchachos. Buena caza.